La transición energética mundial ha avanzado notablemente, pero ahora enfrenta una nueva fase caracterizada por mayores costos y complejidad. Según el último informe de McKinsey, aunque se prevé que las energías renovables podrían representar hasta el 80% de la generación eléctrica mundial para 2050, el papel de los combustibles fósiles se estabilizará en lugar de disminuir drásticamente. Esto es un indicio de que la transición energética requerirá replantear las estrategias para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París.
Crecimiento de la demanda energética en economías emergentes
El informe de McKinsey destaca que la mayor parte del crecimiento de la demanda energética global provendrá de las economías emergentes, como las de la región ASEAN, India y Oriente Medio, que impulsarán entre el 66% y el 95% de este crecimiento hasta 2050. El aumento de la población y la expansión de la clase media en estos países generan una mayor demanda de energía, a medida que la industria manufacturera se desplaza de economías desarrolladas a estas zonas.
Renovables en el mix energético
McKinsey prevé que, para 2050, las energías renovables, como la solar y la eólica, podrían representar entre el 65% y el 80% de la producción mundial de electricidad. Estas tecnologías han avanzado considerablemente debido a la disminución de sus costos de producción y el apoyo de políticas e incentivos gubernamentales.
Sin embargo, otras tecnologías como el hidrógeno y la captura de carbono, que requieren mayores costos y políticas de apoyo, verán un crecimiento más moderado. El aumento de los costos del hidrógeno en un 20%-40% y la incertidumbre regulatoria son factores clave que afectan su adopción.
El rol de los combustibles fósiles
Aunque las energías renovables están en auge, los combustibles fósiles seguirán desempeñando un papel relevante en el mix energético. McKinsey prevé que el petróleo, gas natural y carbón seguirán representando entre el 40% y el 60% de la demanda energética mundial hasta 2050. En lugar de un pico en la demanda de combustibles fósiles, se espera una meseta que durará al menos una década.
Electrificación y ampliación de infraestructuras
El informe también destaca que la electrificación será clave para reducir la dependencia de combustibles fósiles, particularmente en sectores como el transporte y la industria. Sin embargo, este proceso requiere ampliar considerablemente las infraestructuras eléctricas, creando redes más resilientes capaces de soportar flujos bidireccionales.
A medida que avanza la electrificación, la ampliación de la red será esencial para integrar las nuevas fuentes de energía renovable y evitar la congestión en la conexión de nuevos proyectos.
Para mantener la transición energética en curso, será crucial acelerar el ritmo de adopción de tecnologías limpias, como los biocombustibles y las bombas de calor, además de continuar expandiendo las energías renovables. McKinsey advierte que, aunque se están tomando medidas, los desafíos actuales requieren una respuesta más urgente y una colaboración estrecha entre gobiernos y sectores privados.
Este análisis subraya la importancia de que las empresas y gobiernos reevalúen sus estrategias energéticas para adaptarse a este nuevo escenario, aprovechando las oportunidades que las energías renovables y las tecnologías limpias pueden ofrecer.